Un beso en las almenas by Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero

Un beso en las almenas by Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero

autor:Zahara C. Ordóñez & Ángeles Valero [C. Ordóñez, Zahara & Valero, Ángeles]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-11-02T00:00:00+00:00


Capítulo 5

Ailean

Cuando llegué a Edimburgo, busqué un pasaje a Baileaghràid. Sin embargo, las noticias no eran nada halagüeñas. Había un fuerte temporal azotando las costas y ningún barco se atrevía a navegar más al norte de la ciudad, así que compré un caballo, llené las alforjas poniendo a buen recaudo mi fortuna e inicié mi camino de vuelta a casa. Fueron largas jornadas en las que me paraba a descansar a la vera del camino, montando campamentos improvisados, pasando las noches frías junto al fuego, pero las ganas de regresar a casa y, sobre todo, de ver a Evanna colmaban mi espíritu alentándome a seguir adelante. Pensar en ella me daba toda la fuerza que necesitaba para sobrevivir. A escasas millas del pueblo, tomé uno de los senderos que conducían al castillo. Discurría entre un bosque de árboles espeso; y aunque era un camino peligroso para tomarlo de noche, de día no solía entrañar peligros y era mucho más corto, por lo que seguí mi instinto yendo por él. En cierto modo me sentí como si una voz me repitiese de forma constante que lo tomase, que fuera por allí y no por otro lugar. Un pálpito en el corazón que quise seguir. Pronto comprendí que ese pálpito no me había engañado, que había una razón casi divina para estar allí.

Apenas llevaba en él unos minutos cuando salió a mi encuentro un grupo de bandidos. No eran más de ocho, y tenían pinta de vivir en el bosque, porque no iban afeitados y sus ropas estaban muy estropeadas. Sin embargo, hubo una cosa que me extrañó y me hizo detener el caballo más que cualquier otra: muchos vestían el manto de lana a cuadros que fuera típico de mi clan.

—Alto ahí, señor —dijo uno de ellos.

Cuando fijé la vista en él, casi me eché a reír.

—¿Baen Drummond? ¿Qué demonios estáis haciendo?

—¿Ailean? —Me miró como si hubiera visto un fantasma⁠—. ¿Qué narices…? —⁠Miró a un lado y otro⁠—. ¿Qué clase de burla macabra es esta?

—¿Burla? —Desmonté del corcel y caminé hacia él. Tanto Baen como el resto dieron dos pasos atrás⁠—. La burla es veros así de desaliñados. ¿Ya no hay jabón en la aldea?

—¡Espectro! —gritó uno, el viejo Ron, que era mucho de creer en leyendas⁠—. ¡Habéis venido a atormentarnos por haberlo perdido todo! —⁠Dio tantos pasos atrás sin mirar siquiera que acabó chocando con un árbol y cayendo de culo.

Algunos se echaron a reír y lo ayudaron a incorporarse.

—No sé qué os pasa —dije mirándolos confuso⁠—, pero soy yo: Ailean McFàrach, vuestro viejo amigo.

Más de uno se persignó; otros besaron una cruz que colgaba de su pecho; otros rozaron algún amuleto personal.

—Los muertos no hablan —murmuró Baen, mirándome fijamente, espantado⁠—. Los muertos no…

—¿Muertos? ¡Yo no estoy muerto! —⁠Fui hacia él y lo abracé. En primera instancia se quedó quieto, casi petrificado, pero al poco me abrazó y rompió a llorar.

—Dios Santo. Por las barbas de mi tío Doughal. ¡Estáis vivo!

—¿Por qué no iba a estarlo? ¿Acaso queríais que estuviera muerto?

—No, maldición, pero… vuestra carta.



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